Heraclio Castillo Velázquez

En teoría, el marco normativo que rige la vida pública del país debería generar condiciones para tener un México diferente. Y digo en teoría porque muchas de nuestras leyes están más parchadas que mis pantalones con tanta reforma en lugar de instrumentar nuevos instrumentos jurídicos acorde a la situación del país y hay otras tantas leyes que en lugar de ayudar, ahorcan (entiéndase leyes de ingresos, Ley de Seguridad Interior, por mencionar algunas).

Sin embargo, otro gran factor que influye en esta utopía es la corresponsabilidad ciudadana. No dejo de reconocer las grandes fallas de las autoridades de los tres niveles de gobierno para atender las demandas del pueblo y hasta qué punto estas omisiones o agravios inciden en la participación ciudadana para tener un mejor país. Pero también pienso en esa parte que nos corresponde como ciudadanos y hasta dónde contribuimos a este círculo vicioso con pequeñas acciones del día a día.

Cuando sé que el camión recolector pasa cierto día a cierta hora por mi colonia y me vale cacahuate, al dejar mis bolsas de basura en la calle fuera de este calendario abono a ensuciar el entorno donde habito y genero molestias también a mis vecinos.

Cuando en lo oscurito “negocio” que me condonen impuestos que otros ciudadanos sí pagan (muchos con gran sacrificio), el gobierno también deja de percibir un ingreso que (en teoría) debería aplicarse para la mejora del entorno en el que habito.

Cuando el Reglamento de Tránsito me lo paso por el arco del triunfo y manejo con mis chelas y unos cuates por el boulevard (y todavía sin el cinturón de seguridad), no solo me expongo a un accidente, sino que también arriesgo la vida de mis acompañantes y de otros conductores solo por sentirme bien vergas.

Cuando ofrezco mochada para salir de una situación o agilizar un trámite, tal vez lo logre, pero ¿con qué derecho cuestiono a la autoridad que soborna a otras instituciones para ocultar sus atracos?

Cuando soy patrón y me valen reata los derechos de mis trabajadores al darlos de alta ante el IMSS con el salario mínimo (o incluso me niego a darlos de alta), por ahorrarme unos pesos para gastarlos en mi propia ambición estoy desprotegiendo a quienes hacen que tenga mis ingresos, sin olvidar que contribuyo a mantener las estadísticas de bajos salarios, condiciones laborales precarias y violación a derechos laborales y humanos, además de afectar a las familias de mis empleados.

Cuando soy bien chistosito y hago llamadas falsas a las corporaciones para atender un falso reporte, movilizo a gente que pierde el tiempo en bromas irresponsables por las cuales alguien más puede perder la vida o ser privado de su libertad, pero me vale reata porque yo tuve mi rato de diversión mientras una familia vive angustiada porque nadie atiende su reporte.

Cuando trabajo en el servicio público y utilizo las herramientas de oficina por motivos personales “para no gastar”, en realidad no le robo al gobierno, sino a los ciudadanos que con sus impuestos pagan las fotocopias para una tarea que finalmente irá al bote de la basura una vez utilizadas para su propósito.

Cuando cobro de más en una cuenta para tranzarme esa lana, no me estoy haciendo más rico, pero sí afecto a otros negocios donde mis clientes no pudieron gastar el dinero que me estoy embolsando. De 10 pesos en 10 pesos, a la larga son millones de pesos que dejan de circular en otros establecimientos, pero la economía local también me vale reata.

Cuando comparto noticias falsas no estoy abonando al derecho a la información; al contrario, contribuyo a tener una sociedad mal informada, alarmada o cada vez más confundida. Finalmente, ¿a mí en qué me puede afectar lo que el otro crea?, ¿a poco han matado gente por creencias falsas?

Cuando vivo en una ciudad turística y un visitante me pregunta por sugerencias o indicaciones, me da igual si le respondo o no. Total, ¿una mala opinión de un turista en qué me puede afectar? Al fin que yo no trabajo en el sector servicios y no dependo de la imagen que un visitante se lleva del lugar donde habito.

Cuando la envidia me corroe y me la paso metiéndole el pie al prójimo para que no prospere, tal vez logre que esa persona no avance más que yo, pero a la larga esa persona quizás pudo contribuir a un mejor desempeño de toda una institución, una empresa o negocio que me dejará mejores condiciones laborales y un mayor ingreso.

Estos ejemplos son solo unos cuantos de los muchos que hay en la vida cotidiana. Reitero: una gran parte de que nuestra sociedad no funcione como se espera con el marco normativo actual se debe a las instituciones, pero desde nuestro entorno inmediato podemos contribuir a mejorar nuestro día a día con pequeñas acciones. No se trata de decir “el cambio está en uno mismo”; se trata de ser responsables y no echarle más mierda al fango. Cuando soy mal ciudadano no puedo esperar que la sociedad me retribuya en la medida en que me la estoy chingando.