Por: Luis Medina Lizalde
Pocas veces como en estos días podemos apreciar la capacidad de producir consecuencias al país de los denominados poderes fácticos, pocas veces como en estos días aparece nítida la urgencia histórica de construir el contrapoder fáctico por excelencia que no es otro que el que adquiere la ciudadanía consciente, organizada permanentemente movilizada conforme a estrategias y tácticas combativas realistas.
La banca internacional mostró su capacidad de dañar nuestro entorno económico en unas horas mediante la estrepitosa caída del mercado de valores y depreciación del peso como reacción a una iniciativa para cancelar las abusivas comisiones bancarias no sustentadas en un plan previamente amarrado ni siquiera con los compañeros de bancada del Senador Monreal, que además incurre, según el analista financiero Enrique Galván Ochoa, en la omisión de no incorporar la eliminación de las todavía más abusivas comisiones que las AFORES cobran a los trabajadores por administrarles sus ahorros.
Lo más cuestionable es el momento de la propuesta que antes de la toma de posesión del nuevo Presidente suma en su contra las furias oligárquicas generadas por la cancelación del proyecto aéreo portuario en el Lago de Texcoco, el fin de las millonarias pensiones de ex presidentes con la del mundialmente hegemónico capital financiero.
Al inicio del proceso al que se somete al mercadotécnicamente bautizado como el “narcotraficante más peligros del mundo”, el abogado defensor del Chapo Guzmán Jeffrey Lichtman sostiene que el Cártel de Sinaloa entregó sobornos millonarios al ex presidente mexicanos Felipe Calderón Hinojosa y a Enrique Peña Nieto, afirmación destinada a ser creída aún sin pruebas dada la historia de corrupción del régimen.
Los poderes fácticos rebasan las fronteras nacionales, su capacidad de presionar incluye resortes fuera del alcance del gobierno mexicano y tienen “operadores” investidos de ideólogos.
Los poderes fácticos no actúan aisladamente, el cuantioso lavado de dinero sería imposible sin el disimulo de segmentos del sistema bancario y la captura de las economías nacionales en las tres recientes décadas por la usurera banca internacional jamás hubiese sido admitido sin el engaño mediático operado por otro poder fáctico.
NO ES “A VER QUE SALE”
Cambio de régimen significa sometimiento de los poderes fácticos a la voluntad ciudadana mayoritaria y a la ley. Lograrlo rebasa las posibilidades de la simple voluntad, los poderosos intereses se defienden induciendo ingobernabilidad, usan los medios de comunicación bajo su influencia para sembrar confusión y desestabilizar, lo mismo en Argentina que en Brasil, en Ecuador y Perú.
El plan de cambios, denominado la Cuarta Transformación, requiere de un apoyo ciudadano de magnitudes sin precedente que solo se consigue con una gran credibilidad en el gobierno entrante, las falsas fotos de la inventada boda de uno de los hijos de Andrés Manuel alegremente difundidas por Carlos Alazraki es un juego bobo junto al arsenal de guerra sucia de la que se valen los que se sienten afectados por los cambios.
Un frente de batalla política es el de la moralidad pública. Ningún gobierno, empezando por el que encabeza el Papa de Roma puede garantizar que todos sus integrantes sean honestos, pero si puede garantizar que en caso de ser pillados en faltas y delitos no queden impunes. Hasta sus más radicales adversarios reconocen la honestidad del Presidente Electo, lo que es indispensable punto de partida.
El otro campo de batalla política es comunicacional, si el gobierno no comunica con eficacia dejará un amplio margen para que los enemigos del cambio recluten desinformados.
Ninguna batalla se libra sin estrategia, ninguna guerra se declara sin sustento en la correlación de fuerzas, eso lo sabe el régimen revolucionario de Cuba que con todo y sus ganas no se le ponen de pechito a los gringos tomando por asalto la Isla De Guantánamo, caso contrario a la dictadura Argentina que tomó por la fuerza las islas Malvinas para recibir la derrota más humillante ante la perfidia Inglesa.
Sería imperdonable el desperdicio del voto que los electores le dieron al proyecto de Nación al respaldar a López Obrador con la mayoría legislativa en aras de que logre su cometido.
La autonomía es para el Poder Legislativo como un todo, no para alguna de sus partes, mucho menos para los que al afiliarse a partidos se someten por decisión propia a reglas y jerarquías plasmadas en leyes específicas.
TIEMPOS DE LUCHA
Son tiempos de combatividad civilizada, pacífica y legal, de que los movimientos sociales se sacudan las telarañas clientelares para ser dignos protagonistas del cambio, de que los sindicatos dejen entrar la democracia, de que la prensa haga su trabajo sin ser reprimida ni corrompida.
De todo eso se necesita para crear el contrapoder ciudadano frente a los poderes fácticos.
Nos encontramos en El Recreo
@luismedinalizalde
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