Por Lalo Rivera

De profecías y espirales del silencio está hecho el mundo de la política mexicana. Y es que a nuestro presidente le va bien afirmar que “ya no viviremos en la época neoliberal” y que “por el bien de todos, primero los pobres”; lo más preocupante no es si miente o no, sino que verdaderamente se haya convencido de que México es diferente sólo por que él dice que lo es. Durante esta crisis sanitaria y económica se ha dicho, hasta el cansancio, que las cosas no serán como antes, que en México se rescatará a los más pobres y no a los más ricos, que nuestra soberanía ya no estará condicionada por el Fondo Monetario Internacional (y esto me parece fabuloso); sin embargo, en esta época de crisis sanitaria y económica es importante preguntarse ¿realmente se está viendo por los más pobres en estos momentos? Yo creo que no.

En tiempos de crisis la austeridad termina por perjudicar a los más vulnerables, a aquellos que sólo cuentan con el gobierno. Varias veces AMLO se ha referido a Keynes para hablar del Estado de Bienestar y justificar algunas de sus decisiones, pero la manera en la que afronta la crisis económica por el Covid va en sentido opuesto; es justo aquí donde, contrario a su discurso, Andrés Manuel se pone Neoliberal y respeta una de las reglas de oro del Consenso de Washington: la disciplina fiscal. México apenas y ha gastado el 1.4% del PIB para hacer frente al impacto económico del coronavirus y claro, es fácil observar la dificultad que tiene el Estado para endeudarse y afrontar la crisis, no hay mucho para donde hacerse por las deudas históricas que ha contraído nuestro país; pero si López Obrador no quiere deuda por considerarla un instrumento neoliberal que termina por socializar los costos ¿por qué plantear los créditos a la palabra como instrumento para fortalecer las economías familiares y las PYMES? ¿Eso no es socializar los costos y las pérdidas? Con esto vamos a salir de la pandemia con un Estado con finanzas sanas que tendrá recursos para sus proyectos, pero con familias endeudadas en un contexto totalmente adverso e incierto.

Hace unos días el CONEVAL publicó que México superaría los 60 millones de pobres durante 2020. Esa tibieza para acudir al rescate a las economías más vulnerables contribuye a ese escenario planteado por el CONEVAL, donde los nuevos 10 millones de pobres estarán integrados por todos esos mexicanos que tienen que salir a trabajar para poder comer ese día; los trabajadores formales e informales con sueldos muy bajos. ¿Qué representa eso para un Estado tan pobre como Zacatecas cuya actividad económica parece contraerse cada vez más, y donde el 63% de la población económicamente activa es informal? Una de las guías de la socialdemocracia y el modelo Keynesiano es la protección de los trabajos. Lamentablemente la crisis ha terminado con más de 500 mil empleos formales en México en apenas dos meses, a pesar de ello el Gobierno Federal, que se asume de izquierda y progresista, no se ha planteado, siquiera, la posibilidad de diseñar subsidios de renta básica o algún apoyo como un seguro de desempleo. Con familias endeudadas por los créditos a la palabra y el desempleo, es seguro suponer que el retorno a la “nueva normalidad” estará acompañado por una combinación entre una salida lenta de la crisis económica y un camino a oscuras, porque no sabemos lo que nos vamos a encontrar; la única certeza es que la prioridad máxima deberá ser la salud.

Seamos justos, la crisis NO la provocó López Obrador. México (como la gran mayoría de los países) optó por privilegiar, acertadamente, la salud y la vida, cerrando la economía a pesar de los costos que esto tendría; sin embargo, considero que su manera de afrontarla no ha sido la más acertada. La crisis económica nos va a afectar a todos, pero sin duda le hará más daño a los que menos tienen; aunque el discurso de Andrés Manuel defienda que en su gobierno primero van los pobres, la realidad muerde, la frialdad de las cifras y la lógica detrás de sus decisiones deja claro que, en estos tiempos de crisis, los pobres no han sido la prioridad del Presidente.