Por Heraclio Castillo Velázquez

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que elabora el INEGI, para el segundo trimestre de este año había poco más de 19 mil personas desempleadas en Zacatecas, en su mayoría hombres (tres de cada cinco personas). Y aunque la proporción es menor que el promedio nacional, la circunstancia sigue siendo la misma.

No son pocos los conocidos que he sabido que se encuentran en dicha situación. Muchos tienen un currículum impresionante, con grados de maestría y doctorado. Sin embargo, el gran problema al que se enfrentan (entre otros tantos) es la edad. La mayoría supera los 30 años de edad, mientras que las vacantes acordes con su perfil únicamente reclutan a quienes se encuentran por debajo de los 29 años.

He escuchado sus testimonios sobre el ir y venir de oficina en oficina entregando currículum, entrevistas con personal de Recursos Humanos (más inhumanos que humanos), comprar los diarios para buscar en sus clasificados algún empleo que les permita mínimo pagar el transporte y el alimento diarios (no hablemos de garantizar el sustento en otros satisfactores), angustiarse porque la llamada del reclutador no llega y mirar con pesar cómo sus reservas en el monedero poco a poco se agotan.

Y siguen buscando vacantes, se presentan incluso para perfiles en los que no se requiere de gran escolaridad y se topan con pared nuevamente: están sobrecalificados, a los empleadores les da “penita” tener a un doctor en Sociología lavando platos, limpiando mesas o haciendo camas como parte del servicio en un hotel.

Hay a quienes nunca nos ha dado vergüenza trabajar (para empezar, ¿por qué debería ser una vergüenza cualquier tipo de trabajo?). Si a los políticos no les da vergüenza robar, ¿usted cree que al desempleado le dará “penita” entrarle a la talacha para ganarse el alimento? Porque hay también quienes minimizan el trabajo y optan por una vida más fácil: vamos pidiendo limosna y hagamos cara de lástima para que los otros pobres que van en la ruta urbana o semiurbana nos mantengan. Total, ¿quién va a saber que con sus pesos nos compramos un 24 de Tecates?

Ahora imagínese la frustración de quienes invirtieron tiempo, esfuerzo y recursos en una educación que, en teoría, debía garantizarles un empleo seguro, más o menos bien remunerado y a pesar de la experiencia laboral y la hojas y hojas que integran su impresionante currículum optan por seguir buscando dónde emplearse porque aún guardan un poco de esperanza, en lugar de caer en su propia derrota y salir a las calles a pedir dinero, eso sí, para comer al menos una vez al día.

Como que siento que este sistema educativo y laboral nos están fallando en algo, como que la estrategia no embona. Fíjese: hace como dos o tres décadas como que las generaciones fuimos educadas en estudiar y estudiar y estudiar porque, según esto, un papelito nos iba a garantizar un empleo.

Y ahí va la borregada a estudiar licenciatura, maestría, doctorado, posdoctorado y vaya usted a saber qué más y cuando se topan con el mundo laboral se dan cuenta de que el gobierno se empeñó en atraer empresas que no requerían de tanta especialización. Con un título de carrera técnica podían tener un empleo seguro, mal pagado y toda la cosa, pero seguro, independientemente de su edad. Y así es como su empeño por tantos años se fue a la mierda.

Y luego, pérese, porque ahora los empleadores como que están privilegiando la edad para contratar. Como si los morrillos vinieran al mundo ya con experiencia y toda la cosa. Nomás que yo todavía no entiendo a las nuevas generaciones que no fueron educadas en el valor de un trabajo, sino en cumplir satisfactores efímeros e inmediatos para “ser felices”.

Hay a quienes les ofrecen muy buenos empleos y hasta se dan el lujo de rechazar las ofertas porque “qué hueva tener un jefe”, “yo no voy a estar en una oficina”, “el horario está muy feo”, “está muy lejos” y más excusas. Si yo los tuviera de frente, agarraba a esos morrillos pederos que se creen descubridores del hilo negro y seguidores del culto a la “felicidad” y les metía sendos trancazos por… sí, por eso.

Y también hartas ganas me dan de agarrar por los huevos (o las tetas) a los empleadores que piensan que teniendo jóvenes en sus empresas van a ser un éxito rotundo. ¡No sean idiotas! Demeritan las habilidades aprendidas por aquellos que superan su límite de edad y que normalmente no se aprecian en un currículum.

Tengan tantita madre y permítanse el error. Total, siempre es evidente cuando alguien necesita un trabajo. Fíjense en quién le echa ganas y sigue con la inquietud de aprender. A esos, fíjense, a esos es a quienes no hay que dejar ir porque harán que sus empresas crezcan y se consoliden.

Van a decir que es bien cómodo criticar desde un espacio laboral, pero haga de cuenta que yo también he vivido el desempleo y sé de lo que hablo, para que no me eche en cara un supuesto desconocimiento de la situación. Desde aquí les sigo echando porras a quienes buscan empleo y se han topado con pared. No se desanimen, alguien habrá que les abrirá las puertas, alguien que no tenga mierda en la cabeza y sepa que aprovechar sus habilidades aprendidas es una ventana de oportunidad. Y a quien tiene trabajo actualmente, ¡chínguele! No vaya siendo que un hijo de papi le quite su chamba.