Por: Lucía Medina Suárez del Real

En un auto modesto, Varguitas recorre el polvoroso camino que lo lleva hasta a San Pedro de los Saguaros, de donde ha sido nombrado presidente municipal.  Llevaba consigo a su esposa, que sueña con que él sea senador, y juegan con llamarla a ella “senadora”; también llevaban la ilusión de hacer realidad la modernidad y la justicia social de la revolución en ese rincón en el que su partido le había encomendado gobernar. Hasta que se enfrentó a la realidad.

La falta de dinero puso en duda la ilusión de Varguitas de comenzar con ese cargo una amplia trayectoria política. Tiene que recurrir entonces al secretario de Gobierno que le enseña cómo obtener dinero: la fuerza de la autoridad – sintetizada en una pistola- y un compendio de las leyes federales que le explica cómo cobrar licencias, permisos, multas, etcétera.

El problema que enfrenta el famoso Varguitas de La Ley de Herodes, agobia a muchos de los bien intencionados –y los que no lo son tanto- que llegan a puestos de autoridad desde los que soñaban con hacer grandes cosas, ya sea en términos individuales, grupales o colectivos. 

Pero nada de eso es posible si no se cuenta para ello con dinero. Sin presupuesto, no hay promesa de campaña que pueda cumplirse, cargo que pueda repartirse, o favores que puedan pagarse.

Es también eso, la asfixia económica, el último recurso disponible para quien no es chantajeable de otra manera.

A quien no tiene cuentas en el pasado que saldar, siempre se le podrán fincar cuentas que en el futuro no pueda pagar.

El gobernador de Chihuahua, Javier Corral, pasa por esto, lo cual lo ha llevado a iniciar una Caravana por la Dignidad que salió de Ciudad Juárez y pretende llegar a la Ciudad de México el próximo 4 de febrero.

Por Zacatecas pasó este domingo, donde encabezó un acto en la Plaza Goitia, al que asistieron no sólo panistas, sino también el líder de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en Zacatecas, Alejandro Enríquez Suárez del Real, Francisco Valerio, Rodolfo García Zamora, Raymundo Cárdenas Hernández, Luis Medina Lizalde, y varios más, que sin filiación panista, y probablemente sin simpatía siquiera por ese partido, encontraron coincidencia con el reclamo de Javier Corral al gobierno federal.

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El propósito de esta travesía en la que lo acompaña Emilio Álvarez Icaza, y el rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua, es denunciar que el gobierno federal ha regateado recursos a ese estado, como consecuencia de la investigación que su gobierno ha emprendido por la triangulación de recursos públicos a través de empresas fantasmas, para fondear campañas políticas del Partido Revolucionario Institucional.

La caravana de Corral y su denuncia, han reiterado lo que se sabe, pero pocas veces puede probarse, la manipulación y regateo del dinero público para premiar y castigar a quien se porte bien, o mal, de acuerdo al juicio de quienes tienen la sartén por el mango.

En un país como este que se jacta de ser República, podría decirse que eso es imposible, porque para ello se han constituido tres poderes encargados de acotar uno a otro para mantener el equilibrio. Sin embargo, sería ingenuo creer que las instituciones que tenemos funcionan así.

Según cuenta elocuentemente Corral, hay a disposición varios miles de millones de pesos en el Ramos 23, listos para entregarse a los gobernadores que “se portan bien”, es decir, que asisten a los eventos de los Pinos y “no la hacen de tos”. Pero a veces ni eso es garantía, porque habría que preguntar, qué hizo el actual gobernador de Zacatecas, a qué faltó, para que le redujeran a la mitad los fondos obtenidos por este rubro en 2016 y 2017, tal como documentó La Jornada Zacatecas en días pasados (Ver http://ljz.mx/2018/01/22/gobierno-federal-castiga-a-zacatecas-con-menos/ edición del 22 de enero).

Un modus operandi similar aplica con diputados y senadores, muchos de los cuales están dispuestos a votar y apoyar las leyes y posiciones más polémicas confiando en dos cosas: en la desmemoria y desinformación de sus votantes, y en las migajas que se le otorgarán en pago para llevar a sus estados y distritos con las que podrán presumir sus gracias gestoras y cabilderas.  

Poco importa que para ello nos hayan recetado un gasolinazo más, otro impuesto, o la militarización del país. Basta la declaración del alcalde agradecido, la fotografía del ciudadano conmovido, y el aplauso del periodista cómodo para deslizar la idea de que el legislador o legisladora en cuestión podría estarse ganando la beatificación, la santidad y la siguiente curul gracias a que anda jugando “al niño Dios con recursos públicos”.

El modelo clientelar con el que funcionan las elecciones, es el mismo con el que funciona la política en general. Mientras abajo se cambian los votos por despensas, arriba se cambian los votos por moches y prebendas.

La lucha por el reparto equitativo de recursos, sin importar cercanías, simpatías o complicidades, es tarea no sólo de quien no las tiene; dada la alternancia y los momentos políticos que se ven, bien harían en unirse a esa lucha quien ahora tiene esa cercanía, pero que más pronto que tarde podría perderla.

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