Por: Luis Medina Lizalde 

Hay dos visiones opuestas en torno a la seguridad perdida: una sucumbió en las urnas, la compartida por Calderón y Peña Nieto que lanzó a las fuerzas armadas a sustituir a los cuerpos policíacos aunque la Constitución lo prohibía expresamente. La captura de peces gordos del narcotráfico se convirtió en el objetivo prioritario  sin atender la experiencia anterior, cuando el régimen respondió a las presiones norteamericanas por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena decapitando a los poderosos cárteles de los años Ochenta, matando o encarcelando a los peces gordos con Miguel Félix Gallardo a la cabeza, lo que en poco tiempo dio lugar a la aparición de otros jefes delictivos  con más poder y crueldad que los anteriores que también cayeron para dar paso a otra generación de sanguinarios y así sucesivamente.

 La torpeza histórica del Presidente Calderón  de masificar el empleo de tropa contra los bastiones focalizados del narcotráfico,  provocaron la expansión de las células cancerosas a territorios en las cuales no tenían presencia (efecto cucaracha), encontrando a muchos de los gobiernos locales desprevenidos, con policías arresta borrachos,  el poder corruptor del narcotráfico aprovechó el clima para sus “inversiones” efecto de la enorme corrupción prevaleciente, haciéndose del control de presidencias municipales, cuerpos policíacos, jueces, políticos de distinta tallas, algunos gobernadores y no pocos militares de alto rango.

El costo humano de la estrategia  calderonista es incalculable: cientos de miles de asesinatos, decenas de miles de desparecidos, pueblos enteros desplazados por el terror, el crimen organizado se benefició de la concentración del poder de fuego en los “desechables” burreros narcomenudistas”  “halcones” “sicarios” y “caras públicas” como los semi analfabetas Chapo, Guzmán, Caro Quintero y demás aparentes jefes máximos, sin tocar a los criminales de saco y corbata altamente exitosos en el mundo de los negocios y la política. 

         FRACASADOS Y SOBERBIOS 

Muchos participantes  en esa estrategia permanecen en el silencio honorable derivado de la conciencia del fracaso, otros son cínicos vociferantes contra la política de seguridad emprendida por el actual gobierno, restregando los hechos violentos con algarabía y haciendo del fallido operativo de Culiacán el núcleo argumental de su postura pero se equivocan de cabo a rabo, los errores del actual gobierno no convierten en acierto lo que ellos protagonizaron, su única forma de aportar es partiendo de la autocrítica. 

     

El general Gaytán, uno de los artífices del fracaso, en vez del honorable silencio, sin sentido de  auto crítica, irrumpe con malicia facciosa en un tema de estado, con su discurso mancha la institucionalidad que tanto prestigio  ha dado a nuestro ejército en el mundo, los mexicanos asociamos el honor militar más con los cadetes del Colegio Militar que escoltaron al Presidente Madero que con  los conjurados de la Ciudadela y Victoriano Huerta.

No ignoramos que  el Gobierno de López Obrador tiene  sobradas razones para la autocrítica. Debe leer correctamente el sabio y certero sentir mayoritario  de los mexicano que al mismo tiempo que apoya la decisión que  salvó vidas humanas en Culiacán, cuestiona con severidad el operativo fallido.

          ESTRATEGIA A PRUEBA 

De los elementos de la nueva estrategia  de seguridad comparto plenamente los siguientes: Eliminar, mediante programas sociales una de las fuentes de criminalidad: la miseria ( La otra fuente igual o más importante es la ambición) (Suprimir de tajo la fuente de inseguridad proveniente de malos elementos del orden  al disciplinar su actuación a protocolos (Abundan las evidencias de militares y policías secuestradores y torturadores (Algunos de esos hechos han sido reseñados en esta columna) (Pegarle a los cárteles en dónde si les duele, en sus finanzas “Alrededor de 2000 cuentas bancarias congeladas hasta el momento). Acción de política exterior para detener el flujo de armas  (en contraste con la permisividad de Calderón y Peña) Sin dejar de perseguir a las “caras públicas” del crimen organizado, otorgarle prioridad a la seguridad de los ciudadanos (extorsión y secuestros) Acotar el consumo nacional de drogas (Campañas contra las adicciones) Adopción de un modelo único de capacitación policial (En ese renglón la negligencia de Calderón y Peña fue extrema) Hablar con verdad (Novedosa política presidencial).

IRRESPONSABILIDAD 

Calderón y Peña  dejaron las cosas peor de como las recibieron, ojalá que sea distinto con  Andrés Manuel, no son los presidentes los que pierden, somos todos los mexicanos.

 La irresponsabilidad de los políticos partidiza el tema y lo complica, la reflexión que aporta claridad reside en el periodismo de fondo y la academia.

 Peor cuando la partidización proviene de un militar retirado cuando reivindica, sin pulcritud institucional,  una visión facciosa que no pasó la prueba de los hechos en dos sexenios .

Mejor  que ayude a Calderón a formar su nuevo partido.

 

Nos encontramos el jueves en Recreo 

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