Por: Luis Medina Lizalde              

La divulgación de la lista de 36 periodistas que recibieron de Peña Nieto más de mil millones de pesos revela un hecho hasta ahora poco analizado: Las empresas de medios de comunicación poco a poco han sido desplazadas del negocio por  empleados.

La historia empezó cuando los columnistas encontraron el modo de capitalizar su influencia pagando el espacio  al diario, radio difusora o canal de televisión para comercializar por cuenta propia el peso de sus menciones y opiniones, esa modalidad la conocí gracias al jefe de prensa del Gobernador Genaro Borrego cuando acudió a pactar el cese de ataques a su jefe en la columna “Los Intocables” encontrándose con la sorpresa de que José Luis Mejías estaba en cama en trance de muerte, mientras que de la oficina del periodista seguían fluyendo sus columnas y los “arreglos”.

Los infundios contra Genaro Borrego eran maliciosamente adjudicadas a “fuentes universitarias”.  Al principio eran acuerdos legales,  mutuamente convenientes para el periodista y la empresa, aunque no para el periodismo al mezclar la actividad informativa con la de conseguir publicidad, con todo lo que eso condiciona.

Luego vino lo peor. Los peores políticos, quienes necesitan periodistas corruptos a su servicio,  pronto descubrieron que sale más barato llegarle al precio al periodista en lo individual que contratar con el medio de comunicación. Así llegó una época de deslealtad a la empresa,  en la que el chayote esencial es uno y la publicidad pactada entre gobierno y empresas es otra. Ésta última ha sido motivo de cuestionamientos por la falta de reglas para asignarla y por su utilización con fines de proyección personal con cargo a  contribuyentes.

 La lista divulgada inicialmente por Reforma  no habla de los contratos con Televisa o Radio Fórmula, sino con periodistas de sus respectivos  elencos  que pactaron por su cuenta ofertando “periodismo digital” en su mayoría de escasa presencia.

Con la lista publicada salen balconeados no solamente  ante el gran público sino ante sus propios patrones y desde luego, esto se repite estado por estado, municipio por municipio.

                             GASTO INÚTIL

Existen sólidos indicios de que estamos ante un cambio irreversible en las relaciones entre el Poder Público y los medios de comunicación para bien de todos.

El colapso de la credibilidad en automático es innegable. A Peña Nieto el dinero de los contribuyentes del Estado de México le sirvió para conquistar la Presidencia de la República, pero el dinero de los contribuyentes de todo el país no le sirvió para librarse del repudio generalizado.

Entramos a la  extinción de los  que  buscan mantenerse en el ánimo ciudadano, comprando comentarios favorables  y de políticos con control presupuestal que se la pasan adquiriendo proyección efímera.

Los empresarios de la comunicación tendrán la oportunidad de insertarse vendiendo al estado sus espacios para divulgar contenidos que sirvan a la sociedad, el régimen necesita de la prensa impresa, la radio y la televisión para educar al pueblo contra las adicciones, el machismo, la intolerancia, la comida chatarra. A favor de la prevención del delito y de la salud, de la práctica del deporte y la lectura.

Al mismo tiempo que sus periodistas disponen de remuneración profesional digna, de prestaciones y de libertad profesional, claro, sin son capaces de unirse como gremio y reivindicar sus legítimas aspiraciones  

                              BRASIL, LECCIÓN A APRENDER   

Lula cometió un  error por  omisión: Nunca se metió para bien o para mal con los medios de comunicación de su país,  creyó equivocadamente que su popularidad basada en su gran trayectoria de luchador social y en su magnífico desempeño como gobernante lo ponían a salvo de su prensa “Fifí”, permitiendo que el poderosos consorcio televisivo  de su país se pusiera al frente de una campaña  mezclando verdades y mentiras.

Lula, a diferencia de López Obrador,  no tuvo redes suficientemente extendidas. Hizo bien en respetar la libertad de los medios de comunicación, pero respetarlos no significa no responderles cuando mienten, no aclarar lo que omiten, no traslucir los vínculos a los que responden, tal actitud la  apoya  el verdadero empresario de medios que no acostumbra presionar para obtener contratos y concesiones y el periodista que sabe que su libertad es correlativa a la libertad de los demás, incluyendo a quiénes desde la función pública reivindican el derecho a decir su verdad.

Combatir la  enorme corrupción implica lucha contra poderosos, no contra agentes de tránsito “mordelones”, cada operación para extirpar tumores genera molestias post operatorias, inyecciones, dietas “gachas” y aburridos reposos.

 El periodismo corrupto utiliza  esas molestias para desacreditar la extirpación del tumor, cada vez que se aplica una estrategia anti corrupción se activa la alarma.

En Brasil les funcionó.

En México están batallando.

Nos encontramos en Recreo

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