De ser verídica la versión oficial respecto al desenlace de la investigación del indignante suceso en que perdiera la vida la niña San Juana Romo, de apenas 9 años, la fiscalía del estado de Zacatecas obtuvo un éxito rotundo por la rapidez con la que encontró al responsable que por razones procesales tiene, hasta antes de sentencia firme, carácter de presunto. De todas, la prueba decisiva es la genética, la repetición de la misma a cargo de un laboratorio ajeno a la fiscalía daría más certidumbre.

La duda respecto a que el detenido es el verdadero asesino quedó instalada en la sociedad como pocas veces, fuente original de incertidumbre es, además de la descomunal torpeza comunicacional, la apreciación del propio padre de la criatura difundida por los medios en dónde, además de quejarse de que no se le entregaban las pruebas de laboratorio de su hija, manifestó incredulidad respecto a que el cadáver correspondiera al de su pequeña.

Para algunos, el padre se encuentra en la fase de la negación de la dolorosa realidad, para otros, el dato sugiere la posibilidad de manipulación del caso.

El temor a la protesta social que se activa por crímenes que hieren la sensibilidad colectiva es motivo frecuente de fabricación de falsos culpables, la historia y la literatura universal abundan en relatos de inocentes purgando prisión para calmar ánimos, a veces el móvil principal consiste en encubrir al verdadero autor del crimen, sobre todo cuando se ubica en las esferas del poder económico o político en países como el de nosotros, plagado de intocables a pesar de nuestra pretendida civilidad democrática y de un estado de derecho reducido a la retórica leguleya en amplias y empobrecidas franjas sociales.

LO QUE LA HISTORIA ENSEÑA

La indignación social es arma de dos filos, en ocasiones se convierte en virtuosa presión que culmina con la eficaz aplicación de la ley pero otras veces se convierte en gestora de tragedias. Son repetidas las ocasiones en que los cruelmente linchados por turbas enardecidas resultan ajenos a los hechos que desataron la furia justiciera, si no hemos tomado conciencia plena de ese riesgo se debe a una carencia profesional del periodismo mexicano que suele no darle seguimiento a las secuelas, así sabríamos de poblaciones enteras cargadas de remordimientos por haberse dejado conducir por los caminos del odio.

De difundirse ampliamente esas historias habríamos madurado lo suficiente para saber que la falta de información y conciencia esteriliza la ira social al hacerla fungir como válvula de escape de duración efímera para volver a resoplar cuando otro suceso igualmente doloroso nos sacude.

En las innumerables veces que he vivido la indignación por un suceso criminal viene a mi cabeza la persistencia de la tortura como método de investigación desde que México es México.

Los pies de Cuauhtémoc sometidos a fuego para que dijera dónde estaba la riqueza buscada por los codiciosos conquistadores son el arranque de la tortura como medio de saber. El tenebroso Tribunal del Santo Oficio arraigó el placer por el sufrimiento ajeno al convocar a multitudes a ganar indulgencias asistiendo a escuchar los aullidos de dolor de los quemados vivos en nombre de la fe.

Hidalgo como Morelos, fueron sometidos a las más infames torturas para que soltaran toda la sopa sobre la causa Insurgente.

Actualmente la tortura es práctica generalizada en México si creemos en los informes de la ONU, el caso Ayotzinapa es un botón de muestra de su vigencia plena, inocentes estuvieron en el infierno de las cárceles de alta seguridad mientras que los verdaderos autores andan como si nada.

En Zacatecas hay muchas historias que contar de este modo de arrancar ” verdades” recuerdo en particular la del entonces joven agente municipal de mi barrio incriminado por la muerte de otro vecino de barrio, al ser rescatado de las mazmorras, ni siquiera pudo reconocer a su propio padre por el efecto de las brutales torturas a las que fue sometido para que aceptara la culpa por lo que no hizo, tal como lo sabían todos en la policía por haber estado de guardia en el momento del suceso.

DIAGNÓSTICO VERAZ Y PÚBLICO DESDE LA AUTONOMÍA

Para que la presión social rinda frutos positivos es menester que deje de ser reactiva y conozca en voz de los responsables como opera en Zacatecas a persecución del delito como andan de personal, equipo, disciplina y capacitación, que la autonomía no sea de boca para afuera.

El caso de la niña San Juana, como otros, instaló la duda, disiparla es tarea de jueces; lograr una justicia confiable, es tarea de todos.

Ni impunidad ni chivos expiatorios es la exigencia.

Nos encontramos el jueves en El Recreo

@luismedinalizalde

luismedinalizalde@gmail.com