Los mexicanos nos adentramos a un momento de la historia marcado por la mucha participación en la vida pública, luego todo vuelve a  esa especie de ensimismamiento en dónde la inmensa mayoría de los ciudadanos deja a los políticos hacer y deshacer hasta que llega otro momento de “explosión” de frustraciones y anhelos colectivos. Con el inminente triunfo de López Obrador aparece un actor colectivo, contradictorio, plural y multiforme  que  llamaremos provisionalmente presión pública, que habrá de acompañar modos y sustancia del próximo Presidente, al que le exigirán el cumplimiento de los ofrecimientos de cambio que en conjunto generaron la sensación de esperanza.

La presión pública difusa y concentrada incluye a todo aquel que ostente el  adjetivo de “político”,  en las elecciones de 2018 un modelo de hacer política es sometido al juicio  ciudadano, generando el cambio hacia otro modelo que tiene referentes en el mundo y en México pero que no es el dominante. El modelo a descartar es el que López Obrador llama “político fantoche” y el convocado a ponerse de moda es el político al natural, eso entendemos cuando en el discurso de cierre de campaña en Zacatecas manifestó que el seguiría usando el mismo tipo de ropa y de zapatos que acostumbra y seguirá viviendo en su propia casa.

“La forma es fondo” decía Reyes Heroles.  Para muchas personas acceder a porciones de poder los traslada hacia la sofisticación concretada en   ropa de marca,  vehículos caros,  zonas residenciales, viajes por el mundo etc.

  Como financiar las  la vida de “triunfador” cuesta dinero, la corrupción y  avaricia de cargos se convierten en enfermedad.

         MODELO  DE POLÍTICO AL NATURAL

No hay población grande o pequeña que no sea testigo de la transformación del sencillo en déspota, del austero en derrochador, del que abandona su tono natural al que imposta la voz, que a los demás no  da razones sino consignas y   trata a los de su equipo político como el más duro patrón a sus empleados.

El político que de ese modo se transforma generalmente  es de origen modesto y cada cambio que en el advierten los demás es una barrera que termina por hacerlo vivir separado del promedio,  instalado en una burbuja de confort en la que solo lo  acompañan sus muy cercanos,  su  mundo es tan estrecho que la mayor parte de su familia y  amistades reales no tienen cabida.

 El político “modelo fantoche” se caracteriza por tener, a la distancia,  muchos familiares pobres.

Del modelo “fantoche” del político hay dos versiones, el que líneas arriba describimos y el que simula amplia  accesibilidad, modestia y sentido popular, que saluda por su nombre al viejito que vende semillas en el mitin que luego  no recibe en audiencia.

Del modelo al natural hay muchos ejemplos en la historia, generalmente los que provienen de altos círculos no cambian las formas aprendidas en su próspero círculo familiar ni cuando luchan por los desposeídos, Madero vestía como un currito y eso no lo separó de Villa, Fidel Castro nunca dejó el refinamiento pero eso no le impidió convivir con sus “barbudos” tipo Ché Guevara.

 México tuvo políticos transformados por el tesón de una esposa latosa pendiente del “qué dirán”, como Carmelita Romero Rubio con Porfirio Díaz, pero que no por aprender a comer con cubiertos perdió  su naturalidad.

Adolfo Ruiz Cortínez no abandonó su estilo austero aunque nunca pudo  con los gustos de su señora por los sombreros extravagantes  y mejor lo tomaba con humor.

Andrés Manuel propone la generalización del político “modelo natural”, es decir, que sea el de siempre, que si creció en el refinamiento como Alfonso Romo no se vea tentado a pasear por el mundo en las fachas que son tan naturales en Paco Ignacio Taibo 2.

 Que nadie simule ser lo que no es y que lo que la sociedad valore en ellos sea la honestidad, capacidad,  entrega a la tarea y  resultados en cada encomienda.

                                               ORTEGA Y MUJICA

La parte más desarrollada del mundo produce políticos de primer nivel que se transportan en el Metro como la Alcaldesa de Madrid, que van al cine con su esposa como Olaf Palme, Primer Ministro Sueco asesinado cuando en un intermedio fue asesinado justamente en un cine.

Pepe Mujica se convirtió en el ejemplo del político natural, cumplió su mandato como Presidente de Uruguay sin dejar de ser el mismo un solo minuto, viviendo en su misma casa con su entrañable Vocho 1983.

 Daniel Ortega optó por involucionar, se convirtió en un político tan fantoche como el odiado Somoza, durará poco.

Los pueblos, generalmente solo honran a políticos muertos para no tener héroes “patito”.

Nos encontramos el lunes en El Recreo

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