El fraude puede soltar al tigre,  lo advierte Andrés Manuel López Obrador, lo dice la experiencia histórica. Afortunadamente hasta hoy el panorama es tranquilizador.

Hay algo que nos permite vislumbrar el desenlace electoral con optimismo independientemente de cómo le vaya al candidato de cada uno: el inocultable enojo de los mexicanos con la situación que se vive se manifiesta con firmeza madura, no con desbordamientos ominosos, el termómetro político registra que las simpatías o antipatías espontáneas no se orientan al encono insalvable entre franjas ciudadanas.

Andrés Manuel López Obrador es fiel a su estilo de siempre de desenvolverse en la proximidad con la gente común a la hora de elegir dónde comer o  transportarse sin que surjan motivos de inquietud,  si estuviera a nuestro alcance conocer los reportes de seguimiento del CISEN y otros organismos de inteligencia de estado sin duda confirmarían el ejemplar comportamiento social.

Ricardo Anaya, no obstante estar en el epicentro del huracán mediático a propósito de la acusación de lavado de dinero y su incapacidad para brindar explicaciones satisfactorias, no ha experimentado la beligerancia ciudadana que con menos elementos suele manifestarse en las calles en situaciones análogas.

Juan Antonio Meade está colocado en el peor de los mundos: para los priistas no es de su partido y para los ciudadanos es un político del PRI al que la ciudadanía hace responsable de la mega corrupción y sus derivados, aún así, Meade no es blanco de una furia descontrolada y amenazante como suele suceder en situaciones parecidas, las rechiflas  y abucheos del pasado sábado en el estadio de las Chivas obedece más a la torpeza del empresario de una marca de complementos alimenticios que quiso quedar bien juntando  la gente a Meade sin prevenirla que a la hasta ahora inexistente predisposición al desbordamiento de las pasiones políticas

                                        RUIDO QUE NO ESPANTA EL SUEÑO

No nos equivoquemos, inconformidad hay y mucha.

En la vida cotidiana aparecen signos de hartazgo de dimensiones desconocidas que se exacerba cuando  se acude a la gasolinera, se conoce  de un secuestro o salen a la luz nuevos escándalos de corrupción, pero el descontento acumulado no se manifiesta en disturbios

No faltan los histéricos de cada  proceso, los injuriosos, los que no han aprendido  el campo de lucha de las ideas y cuál el inviolable territorio del respeto a las personas. Desde los  entresijos partidistas se hacen presentes las aspiraciones tempranamente no cumplidas y los temerosos de que no les salgan bien las cosas al interior del instituto  que escogió como vehículo de sus anhelos, para todos ellos hay una catarsis absolutamente compatible con la paz social, las redes y su reflejo mediático o los medios y su reflejo cibernético  dan al protagonista voz y al protagónico recompensa emocional.

El eco de sus reclamos se apaga pronto si no convencen de que no es  interés particular lo que los anima,  los pueblos saben o intuyen, que la político es para el interés general y en función de eso cada quién es medido.

Abundan los promotores, cada vez más  fallidos por cierto,  de ánimos exaltados. De algunos  es  profesión (Antonio Solá, JJ Rendón, etc.), de  otros, oportunidad de ingresos extras.

En lo que llevamos del proceso electoral no encuentran eco, cómo que la gente aprendió a “tomar las cosas de quién vienen”, la gente, particularmente los jóvenes “huelen” los perfiles falsos, Venezuela no asusta más que Guerrero. Las comunicaciones instantáneas dan cuenta de la facilidad con la que se propagan las llamaradas electorales

México lo ha sufrido en diversas ocasiones siendo la principal en  1910, la  desesperación social y la injusticia entonces  reinantes  son perfectamente comparables con lo que hoy vivimos.  

                             INE Y TRIFE

 Así las cosas,  es de reconocerse la madurez cívica con la que los mexicanos de  diversas maneras de pensar están viviendo el curso electoral de este año. Sin embargo, basta revisar las cifras de INEGI y repasar la prensa de cualquier semana que se nos ocurra para saber que “una chispa basta para incendiar la pradera” según la célebre frase de Vladimir Illich  (Lenin para los cuates)

¿Quiénes  pueden soltar al tigre? El INE y el Tribunal Electoral. Sin duda, del desempeño eficaz y honesto de ambos depende la culminación exitosa de un proceso electoral de extraordinaria carga histórica.

En ese sentido, hay precedentes preocupantes en Coahuila y estado de México  donde convalidaron  la intromisión fraudulenta de los respectivos gobiernos locales y del federal,  hay signos de “uso faccioso de las instituciones electorales” con la cuestionable validación de tarjetas empleadas para comprar votos y en la eliminación, a la medida de Meade, de la prohibición de hacer precampaña a los que no tenían competencia interna.

Nos encontramos en el próximo #ElRecreo

@luismedinalizalde

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