Por Lalo Rivera

La comunicación de las ideas y de los sucesos ha jugado un papel determinante en muchas etapas de la historia. La realidad se construye no solo a partir de la información que consumimos, también toma forma de la manera en que interpretamos y comunicamos esta información, y al ser precisamente producto del acto de comunicar, está sometida a todas las herramientas existentes para manipularla. Hoy experimentamos en mayor medida una herramienta que está en el top 10 del salón de la infamia; la propaganda, o como nos gusta llamarle ahora, las Fake News, las noticias falsas que son informadoras de “verdades” cargadas de intenciones.

Hoy estamos sumergidos en una piscina mundial de información que nos ha permitido incorporar al resto del mundo en nuestro bolsillo. La interacción social ha dejado de manifestarse a través de la comunicación tradicional para dar paso a una interacción en la que todos tenemos la oportunidad de participar en los asuntos de todo el mundo, lo que hace que la internet sea diversa, liberadora y centrípeta hacia el individuo, como una descripción precisa la nueva cultura global y las nuevas éticas de los ciudadanos globales. La realidad corre una suerte de ser, al mismo tiempo, visible e intangible porque todo se desarrolla en el gran ciberespacio; este lugar en el que los individuos son naturalmente libres del control de los que ejercen el poder.

Vivimos en una época en dónde jamás había existido tanta información al alcance de nuestra mano, literalmente, solo tenemos que meterla a nuestro bolsillo, teclear en nuestro Smartphone y en cuestión de segundos tendremos acceso a cientos y cientos de artículos, videos, imágenes o infografías para conocer sobre cualquier tema que queramos. Tenemos toda esta información disponible para nosotros y paradójicamente, jamás hemos estado tan desinformados como ahora, y así es como va la cosa: estamos sometidos a un exceso de información, y una gran cantidad de la información que consumimos no está limpia; pero aunque tenemos la oportunidad de revisarla y constatar que se trata de fuentes fidedignas, mucha de esta información que circula en los medios de comunicación o en la red no se verifica. ¿Por qué? Para Zigmund Bauman, nos movemos en una modernidad líquida; todo es efímero, pasajero; todo aquello que requiera tiempo y compromiso de nosotros pasa a segundo plano, incluida la revisión de la validez de la información. 

Parece que la realidad no es lo que es, sino lo que yo percibo que es. Y precisamente por ello es que, ahora más que nunca, tenemos la obligación de someter a un juicio severo toda la información que consumimos; voltear hacia el pasado y retomar lo que proponía Harold Laswell, identificando ¿Quién dice qué? ¿A quién? ¿A través de qué canal? ¿Y con qué efecto? y una vez que hagamos consciente que el proceso de comunicación es un ejercicio intencionado, vamos a tener que continuar con la búsqueda exhaustiva de fuentes confiables que nos permitan tener una perspectiva integrada por distintos puntos de vista para construir un criterio propio.

La propaganda es inherente a todas las sociedades porque las sociedades sintetizan una lucha política interminable, entre discursos antagónicos que persiguen un mismo objetivo: desplazar y desarticular al otro para convertirse en el discurso hegemónico. Las prácticas discursivas potencian su alcance porque la difusión de la información a través de los medios y la red se refuerza día con día, por eso la nueva responsabilidad ciudadana es propiciar una cultura de la información responsable y autodidacta que nos permita equilibrar nuestra parte emocional y racional, al momento de estar frente a una narrativa que parece estar preestablecida; aunque el fenómeno de las fake news es irreversible, no es ingobernable.