Por: Eva Gaytán

Finalmente se terminó el 2017. Bendito el cielo, porque es terrible no poder tragar como perro y que haya tanta comida haciéndole a uno burla. El fin de año como siempre inicia con buenas intenciones, hartos propósitos para cambiar y mejorar, bajar de pesos, ahorrar, viajar, hacer ejercicio, conseguir un vato, conseguir una morra, un buen trabajo, un mal trabajo. Lo que se les ocurran, al fin que ni se van a cumplir, puede uno fingir que va a hacer cosas maravillosas.

Entre tanta fiesta, es probable que se olvidé el Día de Reyes, en los pueblos es el día en que se levanta el Niño Dios, las fiestas no son tan grandes como cuando lo acuestan en diciembre, y uno puede pensar que es porque el 24 de diciembre la festividad es más grande porque ése día nació Jesús.

No se confunda querido lector, la mera verdad es que el 6 de enero ya no hay tanta lana como para comprar un cochino y hacer tamales; así que mejor se reduce todo a chocolate “rebajado con agua” y un cachito de rosca, pastel o un triste buñuelo pequeño que llora porque no le pusieron suficiente azúcar con canela encima.
Así de triste es el 6 de Reyes, cuando la lana comienza a disminuir. 
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Quizá así debería de ser, pero la neta hay gente loca como yo que se enamora de cosas tan absurdas como los Santos Reyes, esta vez, no les contaré tanto de mi infancia, porque luego hasta se anden aburriendo, pero no quiere decir que no les voy a contar.

A mi casa siempre llegaban los Santos Reyes, SIEMPRE (bueno, cuando yo era chiquilla) y era genial porque los regalos los dejaban en el zapato; difícilmente podía dormir porque la emoción de tener algo maravilloso al día siguiente impedía que descansara.

Por la mañana mi hermano y yo disfrutábamos los regalos traídos por los Reyes, y salíamos a la calle a jugar con Amparito, Mavito, Abner, Mundito y Lichita, a Milton casi no lo juntábamos era más chico y así debe pasar cuando son más chicos.

Jugar en la calle con los juguetes nuevos era el equivalente a recibir un millón de dólares, los juguetes nuevos, el desvelo y el peinado medio descompuesto porque la noche anterior no se deshizo y los pelos prófugos daban cuenta de ello.

El desayuno por lo regular era café con buñuelos, (con un poco de suerte tortillas de harina y frijoles con chorizo); pero lo menos importante era comida, porque los Reyes habían estado en nuestra casa.

Ellos eran tan perfectos que de alguna manera siempre encontraban mi pueblo, (creo que ni Dios ni el Gobierno han logrado dar con él, pero ellos sí podían).

A la fecha sigo segura de que un día vi en mi calle a los Reyes Magos montados en sus animales; en verdad, alcancé a ver la pata del elefante cuando daba vuelta en la esquina de Chole. No lo soñé, lo vi. No lo imaginé, lo vi. No estaba drogada, lo vi. Además tenía 6 años a esa edad no es probable que haya estado borracha.

Desde que murió mi hermano la noche antes del Día de Reyes sigo esperando mi regalo; ahora lo único que deseo es soñarlo porque sé lo importante que era y es este día para ambos, por ello creo que mi regalo de Reyes un día llegará.
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Durante la administración de Amalia, me tocó cubrir el Día de la Enfermera, que cae en 6 de enero, la gober dijo que era muy significativo que fuera el Día de los Reyes Magos, “porque en muchas ocasiones las enfermeras hacen magia”.

Jamás digan esas cosas frente a una loca, porque ese día me sentí parte del clan de los Santos Reyes porque cuando tenía 8 años mi mamá me metió a un taller de enfermería que daban en el DIF, se llamaban misiones culturales (no sé si sigan).

Obviamente yo era la única niña, todas las morras eran de 20 años o más y antes de cumplir los 10 años yo ya sabía inyectar, curar heridas, tomar la presión, pulso y esas cosas básicas de primeros auxilios; y con las palabras de la gober, pos no manchen yo me sentía la pezuña del caballo de los Reyes, lo juro.
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Y no conforme con las locuras y las señales que la vida me da para que siga teniendo harta emoción por los Reyes, un Día conocí a Bet-birai y me cayó mal (como ocurre siempre, odio a todo el mundo hasta que por alguna razón del universo me da la señal de que son geniales).

Con Bet la señal era más que obvia, esa canija cumple años el mejor día del año. El Día de Reyes, eso es una magnífica señal que el destino puso en el camino. Todo aquel que haya nacido el Día de los Reyes Magos, es perfecto, porque seguro que es parte del clan de los Reyes.
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Es raro cómo van perdiéndose las tradiciones, las esperanzas e ilusiones que de niños tuvimos, pero también es maravilloso darse cuenta que hay gente loca como yo que seguimos deseando un Regalo de Reyes, que dejamos el zapato cerca de la cama porque quizá por error pasen por nuestra casa y lo más importante: que inculcamos en nuestros escuincles la idea que de algo grandioso puede ocurrir la noche del 5 de enero o la madrugada del 6.

Nunca pasa, pero creo que esa es la poca fe que tengo en mi alma.

¡Vaya pendejada, tengo fe en los Reyes Magos! Y lo disfruto. J